martes, 22 de abril de 2014

TRAVESIA CIRCULAR AL BANDERILLAS

BANDERILLAS (1.993 m)

Sierra de Segura

19 - 20 - 21 de abril.

Teresa, Juan, Fina, Anabel, Fernando y Paco.

 "El día iba a ser duro. Había entrado ya la primavera y los campos ya verdeaban desde hace varias semanas. Ya no quedaba ningún nevero pero los arroyos bajaban con mucha agua; había sido un invierno muy lluvioso. Mi padre me dijo anoche que tenía que ir a la pieza que tenemos en el Cortijo de Cubero a recoger las hojas de remolacha y cargarlas en las mulas para llevarlas al cobertizo y ponerlas a secar. Luego tenía que subir a los Campos de Hernan Perea para preparar el terreno ya que allí tendríamos que plantar los garbanzos para la cosecha del verano. Pero el día anterior había sido extraño. Mi padre y todos los vecinos no pararon de discutir toda la noche. Les habían dado noticias que el alcalde de Santiago había dicho que había que firmar, que teníamos que cobrar las cuatrocientas mil pesetas y que había que irse. Yo no entendía nada pero los más jóvenes ya se habían ido a trabajar fuera; unos se habían quedado cerca pero otros se habían ido muy lejos, a Valencia y a Barcelona. Otras familias ya se fueron antes, sobre todo a Cotorrios, al lado del embalse, a vivir en unas casas nuevas que habían construido para las gentes que bajaban del monte. Ya solo iban quedando los viejos. Yo miraba a mi madre, sentada debajo de los cerezos en flor junto al tornajo de madera que el tío Julian nos había reparado el año antes. La acacia la había plantado ella cuando era muy pequeña y allí estaba, junto al viejo nogal que ya estaba allí mucho antes que mi abuelo y que el padre de mi abuelo. Nunca vi a gente tan orgullosa de la vida que habían tenido.
Bajaba ya casi de noche, por el collado del Fraile, de vuelta de los Campos. Las luces de Los Centenares ya se habían encendido y allí a lo lejos titilaban las del Miravete. Entrando por la puerta vi que la chimenea ya estaba encendida y vi como mi padre azuzaba el fuego con ojos entre llorosos no se si por el humo de la lumbre o por la rabia de tener que irse."

Tal vez pudo ocurrir así o tal vez no. Quien sabe. Las historia es una mezcla de realidad y ficción. 
Esta zona fue expropiada en los años setenta y sus  moradores obligados a abandonar sus casas y sus tierras por decisiones que ahora no vienen al caso.


Junto con Pedro e Hilario y sus respectivas esposas. La familia Guijarro, propietaria de la única casa que no fue expropiada en la Aldea de los Centenares.




Hacia tiempo que quería realizar una travesía de envergadura; de ir cerrando esas dudas sobre sendas y caminos y poder recomponer todo el puzzle de esta inmensa sierra que más bien se asemeja a una auténtica cordillera.
Mucho hemos andado por estos lugares serranos y tal vez, ni mil vidas darían abasto para poder descubrir todos estos rincones maravillosos que la sierra esconde. El año pasado se nos quedó una espina clavada con la travesía que organizamos con el CUMM ya que el mal tiempo nos obligó a abandonarla a mitad de ruta, teniendo que retirarnos cerca del Banderillas para volver a Pontones.

Dejamos el coche a medio camino de la pista del Camino del Pilar del Risco que sube hacia la Hoya del Ortigal con el objeto de que a la vuelta, pudiéramos cerrar el círculo más fácilmente una vez hubiéramos subido desde el Miravete. Empezamos a andar a eso de las 11 de la mañana, sin prisas, con las pesadas mochilas a la espalda y con el objetivo de ir a dormir a la cumbre del Banderillas y de disfrutar de un atardecer y amanecer espectaculares.
Nuestro primer objetivo es el Mirador de Juan León, otero privilegiado de todo el Barranco del Lobo y de la Aldea de los Centenares.




Aldea de los Centenares desde el Mirador de Juan León y por la que pasaríamos al tercer día de vuelta al coche.


Camino de la Hoya del Ortigal.


Desde la Hoya del Ortigal decidimos bajar un poco por el camino que va hacia la Hoya de la Albardía, pero para coger rápidamente un sendero que nos sale a nuestra izquierda y que nos lleva hacia el Collado de la Carrasca. Desde aquí retomamos de nuevo la pista que va hacia el Pinar Negro para dejarla en unos pocos cientos de metros y coger el camino que sale a nuestra derecha y que comienza a ascender hacia el Banderillas. Este camino acaba convirtiéndose más adelante en senda.

Llegando al Banderillas.


Vieja caseta del Banderillas



Atardecer en el Banderillas.


Amanece con la Sagra al fondo.


Primeros rayos de sol sobre el Pinar Negro


La noche fue apacible, un tanto fría para los sacos de verano y eso que estábamos dentro de la caseta. Coincidimos con dos montañeros que prefirieron vivaquear fuera y que recibieron la inoportuna y curiosa visita tradicional del zorro. Por cierto, menudo licor de granada que llevaban y que tan amablemente nos obsequiaron después de la cena.

Para el segundo día de la travesía se nos unieron Fernando y Anabel. Ellos habían dejado el coche cerca del refugio de los Campos del Espino y muy temprano por la mañana habían subido al Banderillas, quedando con ellos en que nos viéramos en el Collado de Roblehondo. Nosotros, con más tiempo, empezamos a bajar por todo el cresterío de las Banderillas disfrutando de los paisajes y  camino de, posiblemente, la obra arquitectónica serrana más importante de toda la sierra, el Tranco del Perro. 


Entrada al Tranco del Perro.








El Tranco del Perro fue abierto por pastores allá por el año 1947. Con el objeto de poder subir el ganado a los Campos de Hernan Perea, los pastores construyeron un acceso sobre la misma roca utilizando en algunos casos hasta dinamita para facilitar el paso. Lamentablemente, cada año que pasa, esta obra se va poco a poco perdiendo, testigo mudo del paso del tiempo. 

Inicio del Tranco del Perro desde el Collado de Roblehondo.


Y por fin el grupo al completo.


Desde el Collado de Roblehondo iniciamos la parte que no conocía. Gracias a las referencias sacadas de páginas webs como la imprescindible "Montañas del Sur" de Jose Antonio Pastor así como del track de Modesto; cogimos la senda que desde el mismo collado de Roblehondo se dirige hacia la Casa Forestal de los Pardales bajo los inmensos paredones del Banderillas. La senda está aquí muy bien marcada; desde luego que los ingenieros de montes de la época de las grandes repoblaciones sabían trazarlas de la mejor manera para ir aprovechando las curvas de nivel del terreno para no bajar ni subir más de lo necesario.

Casa Forestal de los Pardales.


Desde aquí, la senda si se vuelve algo más confusa, incluso parece perderse en algunos momentos, pero algunas trazas de senderillos nos ayudan a avanzar bajo las inmensas moles del Cinto de las Viñuelas y del Cinto de las Guitarras.

Bajo el espolón de la cumbre del Banderillas.


Curioso árbol, destrozado por algún derrumbe de piedras y que aún se mantiene vivo.






Tras cruzar el barranco de las Charcas donde la senda se vuelve un tanto peligrosa debido a la pendiente del terreno, el camino se nos aparece ahora más claro, comenzado a bajar por las típicas hormas de las sendas serranas en busca del Aguas Mulas. Al llegar abajo y antes de cruzar el río, descansamos en unas abandonadas huelgas junto a la ribera del Aguas Mulas teniendo  alguna que otra dificultad para cruzarlo.
En principio se puede localizar los restos de un antiguo puente derruido que conectaba ambos lados para desde allí empezar a remontar la ladera en busca de la pista. Nosotros optamos por un sendero que remontando un poco el río por su vertiente izquierda (sentido ascendente) nos coloca bajo los aterrazados huertos abandonados del Cortijo de la Fresnedilla.



Más que arroyo, Río Aguas Mulas.


Cortijos de la Fresnedilla.


Montando las tiendas en la Fresnedilla.


Atardecer en la Fresnedilla.


Repostando agua.


La noche fue magnífica, con buena temperatura y con el sonido del agua del río de fondo que facilitaba el sueño. Incluso la mañana fue relajante, con el trinar de los pajarillos al amanecer que hacían más perezoso el momento de levantarse.
Al día siguiente nos esperaba un duro repecho nada más salir de la Fresnedilla, ya que había que remontar hasta el collado que da vistas al Cortijo de Cubero y que divide el Castellón de los Toros de la Cuerda de las Banderillas. Desde el collado nos dirigiremos hacia la Tiná de las Hoyas por un maravillosa pradera que conecta este cortijo con la Hoya de la Albardía.





Bailando con lobos.


Tiná de las Hoyas.



Con el Banderillas y la Hoya de la Albardía de testigo sobran las palabras.


Desde la Hoya de la Albardía, nos dirigimos hacia la Aldea de los Centenares, pasando por Collado del Fraile.


Y llegamos finalmente a la Aldea de los Centenares, bajo las acacias que aún no han despertado, testigos mudos del tiempo, que aquí parece haberse detenido.


Desde los Centenares, nos dividimos en dos grupos para recuperar los coches. Nosotros nos fuimos hacia el Miravete, para remontar la cuerda del Poyo Serbal y recuperar el coche, mientras que Fernando y Anabel prefirieron volver sobre nuestros pasos para, una vez pasado el Collado del Fraile, ascender hacia la Hoya del Ortigal y recuperar el coche en los Campos de Hernan Perea.

Tomates plantados en el pequeño huerto junto al tornajo en los Centenares.


Escisión en el grupo. Aquí hacemos un K1 (es decir, cada uno por su lado).


El mirador de Juan León al fondo.


Cortijada del Miravete y sus calles abandonadas.




El Miravete.


Duración: tres días.
Distancia: 48 kilómetros.
Tracks: si.

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